El sur de Portugal es una tierra de contrastes, donde el mar y la tierra se entrelazan para ofrecer una cocina rica, auténtica y profundamente enraizada en la tradición. Desde las doradas playas del Algarve hasta los paisajes tranquilos del Alentejo litoral, el viajero curioso descubrirá una gastronomía marcada por la frescura de los ingredientes, el respeto por el producto local y una influencia atlántica que impregna cada plato y cada copa de vino. La presencia del mar no solo se percibe en el plato o en el vino, sino en el ritmo de vida, en la cultura y en la forma de cocinar. La salinidad del Atlántico, la disponibilidad diaria de pescado fresco y los métodos de conservación tradicionales como el secado o la salazón han moldeado durante siglos la cocina del Algarve y del Alentejo litoral.
El Algarve, región costera por excelencia, basa gran parte de su identidad culinaria en la riqueza del mar. En localidades como Armação de Pêra y Albufeira, la pesca ha sido durante siglos la base de la economía y la alimentación. Aquí, los mercados rebosan de sardinas, besugos, doradas, pulpos y almejas, que son la base de muchos platos tradicionales. Uno de los iconos de la región es la cataplana de marisco, un guiso cocinado en un recipiente metálico cerrado que concentra todos los sabores del mar. También destacan los arroces caldosos con marisco, las sardinas asadas al carbón —especialmente en los meses de verano— y las caldeiradas, un tipo de estofado de pescado con patatas, pimientos y tomate. La tradición del Algarve también se expresa en platos más humildes, como el xerém, una especie de polenta de maíz servida con almejas o carne, que muestra la influencia de la cocina rural. En Albufeira, la antigua villa de pescadores se ha transformado en un destino turístico vibrante, pero aún conserva pequeños restaurantes familiares donde se respeta la cocina local con orgullo. Durante nuestro viaje, descubrimos lugares que dejan una huella. Entre ellos, dos merecen mención especial. En Armação de Pêra, el restaurante Olivalmar nos sorprendió con una mariscada descomunal, un auténtico festín de sabores marinos por apenas 65 euros. Y no muy lejos de Faro, en la isla de Culatra, se esconde el encantador Távinho Restaurante. Llegar allí en barco, surcando aguas tranquilas para después entregarse al placer de las ostras frescas y las sardinas asadas, es una vivencia que bien merece ser escrita en la memoria del viajero.
Si el Algarve mira siempre al mar, el Alentejo combina las influencias marítimas con una cocina más pastoral y rústica. En localidades como Vila Nova de Milfontes y Porto Covo, situadas en la llamada “Costa Vicentina”, el mar sigue siendo protagonista, pero se mezcla con los sabores de interior: cordero, cerdo, panes densos, hierbas silvestres y quesos artesanales. En la costa alentejana, los peixes grelhados (pescados a la parrilla) son un clásico, preparados con sencillez para no ocultar su frescura. También es habitual encontrar platos como el ensopado de enguias, sopas de marisco y recetas con pulpo cocido o frito, muy típico en restaurantes de Porto Covo como Lamelas, de la chef Ana Moura. Pero quizás la esencia más profunda del Alentejo se encuentra en la fusión: mar y monte conviven en platos como la açorda de marisco, un guiso espeso de pan, ajo, cilantro y mariscos. En Vila Nova de Milfontes, no os podéis perder pasaros por el “Patio Alentejano” donde esta mezcla de sabores alcanza niveles sublimes, y donde incluso el aceite de oliva local y el pan alentejano se convierten en protagonistas. De vuelta a casa paramos en un pequeño restaurante muy recomendable de Beja que se llama Dom Dinis, donde podéis probar las mejores carnes ibéricas acompañadas con dos tipos de migas y unas extraordinarias patatas fritas.
Los vinos del sur de Portugal han ganado reconocimiento en los últimos años, tanto en el Algarve como en el Alentejo. Aunque el Alentejo ha sido históricamente más conocido por su producción vinícola, el Algarve está experimentando un renacimiento, con bodegas modernas que producen tintos y blancos frescos y equilibrados, adecuados para acompañar platos marineros. En el Alentejo, los vinos suelen ser robustos, con tintos elaborados a partir de variedades autóctonas como Trincadeira, Aragonez o Alicante Bouschet. Son vinos cálidos, con cuerpo, perfectos para acompañar carnes de caza, quesos curados y guisos intensos. Sin embargo, también hay blancos frescos, con buena acidez, ideales para maridar con pescados y mariscos de la costa. El mar influye sutilmente en estos vinos, especialmente en la costa, donde la brisa atlántica refresca los viñedos y contribuye a una maduración más lenta de las uvas, lo que se traduce en vinos más elegantes y aromáticos.
Más allá de los grandes atractivos del Algarve, no se puede pasar por alto el deterioro de sus infraestructuras, la suciedad que encontramos en la mayoría de las ciudades y esa cierta dejadez por parte de los propios habitantes a la hora de cuidar su entorno. En contraste, el Alentejo ofrece una experiencia muy distinta: pueblos encantadores, bien conservados y una gente que, aunque seria por naturaleza, resulta mucho más amable. En definitiva, ya sea en una terraza con vistas al mar en Armação de Pêra, en una taberna marinera de Porto Covo o frente al río Mira en Milfontes, recorrer el Algarve y el Alentejo a través de su cocina es mucho más que un viaje gastronómico: es una inmersión en la identidad profunda de un pueblo que vive entre el mar y la tierra, entre la tradición y la sencillez. Desde los aromas del pescado a la brasa en Albufeira hasta las sopas marineras de Porto Covo, cada plato cuenta una historia de mareas, estaciones y manos sabias. Al final del camino, con el sabor del vino en los labios y la brisa atlántica aún en la piel, solo queda decir: “Foi um bonito passeio. Até para o ano.” Un bonito paseo. Hasta el año que viene.
Porque Portugal, como su cocina, siempre deja ganas de volver.