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Los Bermejales, ese barrio sevillano en constante ebullición, se ha consolidado como uno de los núcleos gastronómicos más vivos y variados de la ciudad. Cafeterías modernas, bares con encanto y propuestas internacionales conviven con tabernas que rinden culto al producto de calidad y al buen hacer. En ese escenario vibrante, brilla con luz propia Taberna La Herrería, un restaurante que ha sabido encontrar el equilibrio perfecto entre el sabor de siempre y la sorpresa bien medida. Al frente del proyecto están José Manuel Herrera padre e hijo, dos generaciones unidas por la misma vocación y el mismo apellido. El primero, con una larga carrera a sus espaldas —fue durante años encargado del emblemático asador El Azafrán— decidió dar el salto en 2020, justo antes de la pandemia, con la clara intención de levantar un espacio diferente, de esos donde se come bien, se conversa mejor y se regresa sin pensarlo dos veces. La historia comienza mucho antes, cuando Herrera padre, apenas un adolescente, ayudaba tras la barra del Bar Cristales, regentado por su familia en los Jardines de Murillo. Aquella experiencia temprana fue el germen de una trayectoria que lo llevó por distintas casas de renombre, como el restaurante Anthony’s en Los Remedios, donde pulió técnica y buen gusto. La apertura de La Herrería en Los Bermejales no fue casual: el barrio pedía a gritos una taberna que combinara autenticidad y modernidad. Y eso es justo lo que ofrecen: una cocina honesta, basada en producto de primera, en un local con alma. La cocina está en manos de Francisco de Bayas, chef curtido en fogones históricos como los del restaurante La Dorada. Su sello se nota en cada plato: fondos bien trabajados y sabores que respetan la materia prima. A su lado en cocina encontramos a Nani, el pequeño de los Herreras, que ya despunta como una prometedora estrella culinaria.
La Herrería combina elegancia rústica con un toque moderno que la convierte en un espacio acogedor y muy atractivo tanto para comidas familiares como para cenas entre amigos. En el interior, el protagonismo lo tiene una pared de madera natural decorada con listones en tonos grises y con el nombre del local en letras negras con relieve, evocando el estilo tradicional de las antiguas herrerías. Las mesas largas de madera, perfectamente alineadas y vestidas con salvamanteles y vajilla blanca, refuerzan el ambiente cálido y comunitario. Las sillas de respaldo curvo en tonos neutros, añaden un toque clásico sin perder comodidad. Elementos como las plantas colgantes, la iluminación con bombillas cálidas suspendidas con cuerdas de yute y los centros de mesa florales complementan la decoración con un aire natural y cuidado. Todo está pensado para que el espacio resulte agradable y acogedor, ideal tanto de día como de noche. Uno de sus grandes atractivos es la amplia terraza exterior, ideal para disfrutar de las noches de verano al aire libre, con ambiente relajado y buena iluminación. Un ambiente equilibrado entre lo tradicional y lo contemporáneo, con una decoración pensada al detalle y una terraza perfecta para las cálidas veladas sevillanas.
La carta, sabrosa y variada, con platos que se han convertido ya en clásicos de la casa, como el espectacular pulpo a la parrilla con crema de boletus (23 €), el delicioso cochinillo frito (19 €) o la presa ibérica con jamón (20 €). En el apartado cárnico, destacan las piezas de vaca rubia gallega y las siempre aclamadas chuletitas de cordero lechal (24 €). Todo preparado al momento, con parrilla premium y cortes seleccionados de la mano del proveedor Ostrea Sur. Entre los entrantes fríos, destacan la ensaladilla de langostinos, cremosa y bien ligada (7,50 € la media), o la ensalada de aguacates con langostinos y salsa rosa (14 €), un clásico que nunca falla. En las sugerencias, brillan con luz propia las zamburiñas a la manzanilla (18 € la ración, 6 unidades) y los champiñones rellenos de bogavante (18 €), un bocado intenso y delicado a la vez. También hay opciones más castizas como los huevos rotos con chistorra y jamón (15 €), o el revuelto de morcilla con pasas (14,50 €), que reinterpretan lo tradicional con mucha personalidad. En la parrilla manda la calidad: solomillo de ternera (23 €), entrecot de Black Angus (32 €) o un chuletón de vaca rubia gallega a 70 €/kg para compartir sin prisas. Además, cuentan con una carta de vinos seleccionada directamente por el propio Herrera, combinando denominaciones clásicas y apuestas personales que acompañan a la perfección cada receta. Y para el broche final, una selección de postres tradicionales con sabor casero: milhoja de nata (6 €), torrija con helado (4,50 €) o la exquisita tarta de queso (5,50€).
Pero La Herrería no solo conquista por su cocina: el servicio, clásico, atento y eficaz, aporta ese toque de profesionalidad que redondea la experiencia, en un ambiente cuidado al detalle. En definitiva, aquí no se viene solo a comer, sino a entender de qué está hecho el oficio cuando se toma en serio: de constancia, de memoria y de una cierta alegría sobria que no necesita disfraz. Lo que sucede en este rincón de Los Bermejales no es una tendencia ni una ocurrencia; es la consecuencia lógica de un camino recorrido a fuego lento, donde cada decisión —del producto al plato, del trato al espacio— responde a una idea clara de lo que debe ser un restaurante hoy. Y esa claridad, tan difícil de fingir, aquí se cocina sin aspavientos. Por eso, tenéis que conocerlo.