Carretera Sevilla Málaga, km. 11, 41500 Alcalá de Guadaíra
Teléfono: 955 61 44 87
En los márgenes de la carretera Sevilla-Málaga, justo a la altura del kilómetro 11, se levanta una de las catedrales gastronómicas más imponentes del panorama carnívoro en la provincia: Casa Ramos. Alcalá de Guadaíra, ciudad con solera panadera, acoge este establecimiento que ha conseguido trascender el concepto tradicional de “venta” para convertirse en destino fijo para los amantes de la carne a la brasa. En un entorno donde proliferan los bares de tapas y los asadores informales, Casa Ramos impone respeto con una oferta ambiciosa, rigurosa y bien pensada. Aquí no se improvisa: hasta diez razas distintas de vacuno, cortes internacionales y un despliegue técnico que incluye cámara de maduración propia y una parrilla de acero inoxidable de proporciones generosas. No es exagerado decir que el aroma de leña y carne asada se percibe antes de llegar. Y si el paladar manda, el mapa del buen comer sevillano tiene marcado este punto con letras mayúsculas.
Los artífices de esta apuesta son Joaquín y Félix Ramos, tercera generación de una saga hostelera que comenzó con su abuelo en la Venta Joaquín. Herederos de la tradición pero con visión de futuro, transformaron en 2015 la antigua Venta Montecarmelo en el actual Casa Ramos. El reto no era menor: conservar el alma del lugar, pero dotarlo de una identidad contemporánea que lo diferenciara. Lo consiguieron apostando por la especialización y el volumen. El local tiene capacidad para más de 500 comensales distribuidos en varios salones, terrazas y una barra funcional, pero acogedora. La decoración rehúye lo rústico estándar: tonos cálidos, madera sin recargar, una parrilla a la vista como núcleo escénico, y vitrinas expositivas donde reposan los lomos madurando, como si de obras de arte se tratara. La cocina está dirigida por Soraya Ramos, hermana de los propietarios, mientras que las brasas las controla Francisco Fernández, otro miembro de la familia, lo que garantiza una operación cohesionada y enfocada en la excelencia.
El menú es una declaración de intenciones. La sección de carnes a la brasa incluye cortes clásicos como el solomillo (15,50 €), la presa ibérica (19,50 €) o el lagarto (14,00 €), pero también piezas menos comunes como el solomillo, el T-Bone, el Rib Eye, el lingote, el chuletón de vaca Simmental o el entrecot de ternera rubia gallega. Las carnes se sirven en platos de barro y van acompañadas de las icónicas patatas “Casa Ramos”: finas, crujientes y aromatizadas con ajo y perejil. No falta la variedad: hay pescado a la plancha como la corvina salvaje (22,00 €) o el pez espada (18,50 €), guisos como la cola de toro (desde 10,50 €) o la carrillada ibérica, y una sorprendente carta de arroces que incluye versiones marineras (14,50 €), con bogavante (23,00 €) y el tradicional arroz con perdiz (18,00 €), en homenaje a la receta de Manolo Pinichi, célebre cocinero local. La propuesta se completa con una selección de chacinas y entrantes como la ensaladilla de pulpo (desde 4,00 €) o el tomate rosa con mojama (15,50 €), y una oferta de postres caseros que mantiene viva la tradición andaluza (flan, natillas, tocino de cielo… a 4,50 €).
Lo que distingue a Casa Ramos no es sólo la cantidad o la calidad de su producto, sino una filosofía clara: reivindicar la carne como experiencia. Aquí se habla de razas —Angus, retinta, cebona, wagyu—, se explica el punto de maduración, se recomienda el vino andaluz idóneo, como el Zancúo de Constantina, y se sugiere el punto exacto de cocción. Este no es un restaurante al uso, es un espacio donde el conocimiento gastronómico se comparte con naturalidad. La clientela, habitual y foránea, agradece esa pedagogía implícita, ese saber hacer que convierte la visita en un rito. Y si algo queda claro tras cruzar las puertas de Casa Ramos es que aquí, el fuego no es sólo un medio: es una forma de vida.