Calle Moravia, 2, 41003 Sevilla
Teléfono: 610 19 49 09
Cuando hace ya casi dos años José Alfonso puso en marcha Arvellana, tenía una prioridad: hacer barrio. Los comienzos no fueron fáciles, pero los vecinos han sido testigos de que lo ha ido consiguiendo, poquito a poco, con esa creciente clientela, y el apoyo de la terraza que iba mejorando y llenándose de parroquianos. Este cocinero ayamontino, formado en la taberna del Alabardero y que ha trabajado en Perro Chico o la Crème de La Crème, nos pone el énfasis en que Arvellana es una humilde abacería de barrio que ha ido cogiendo su sitio en el corazón de San Julián, un barrio histórico que fue lugar de residencia de obreros preferentemente vinculados al anarquismo de la CNT. La dictadura emprendió un plan de erradicación de zonas urbanas conflictivas y derribó dos tercios del barrio, comenzando por las manzanas de casas populares que estaban frente a las murallas y la Puerta de la Macarena, muy conocidas por lo combativo de sus vecinos. Todavía hoy, San Julián refleja su pasado industrial en espacios como el pasaje Mallol. Un barrio obrero y luchador que hoy es parte de la zona de intramuros de la Macarena.
Ya sabéis que una de las cosas que más me motivan son los emprendedores que se lían la manta en la cabeza y ponen un marcha un proyecto personal, con los riesgos que eso conlleva. José Alfonso (Johnny) como era conocido entre los profesionales del sector, llegó a Sevilla hace más de una década para estudiar cocina, y si hubiera querido seguir trabajando por cuenta ajena, hoy no le faltaría trabajo. Pero su ilusión era montar su propio negocio y hoy esta feliz en su pequeña abaceria del ensanche que la calle Moravia tiene en el barrio. Su nombre tiene una historia detrás que procede de Lora del Rio, el pueblo de origen de su familia. En Lora existía el que José llama el autentico “Avellana”, un bar de pueblo donde se reunían los vecinos para compartir unos ‘chicos de vino’. Lo segundo que me llamó la atención cuando mi amigo Gonzalo me habló de este negocio es el nombre. “Arvellana con R” se le dice en Sevilla a los cacahuetes, aperitivo que te ponen con la cerveza en algunos bares clásicos de la provincia. Solo en mi tierra se le dice al camarero “pon unas arvellanas”, que ni son avellanas ni se escribe con R.
Arvellana está ubicado en un pequeño local, donde cabe poco más que una barra de servicio, con un expositor de los productos y algunos bancos tapizados con telas de sacos alrededor de barriles con la marca de la cerveza con la que trabajan. La fachada está pintada de rojo pardo con pizarras que anuncian la variedad de montaditos y el tapeo del día. Dentro, una guitarra cuelga de una pared blanca donde no quedan huecos para poner una frase, algo que es costumbre en este local, llenando el tabique de ocurrentes mensajes de sus clientes, como ¿Hay birra después de la muerte? o con el que comenzó esta costumbre “métete el (pero) por la duda”. El autentico tesoro de este local es su terraza de seis veladores que tiene en la placita Moravia. Dice José que cuando llueve se apaña como puede, pero la mayoría de las noches la terraza se llena de vecinos y amigos que pasan por su local para probar algunos de sus montaditos de pringa, mechá con queso Payoyo, chorizo picante, melva con pimiento, lomo al whisky o mini burger de pulled pork. Panes de salmón con queso y rúcula, mechá con Payoyo. sobrasada queso de cabra y miel o el de chicharrón de Cái. La tortilla de patatas se pone al whisky, al roque o al natural. Además podéis pedir una tapita de morcilla de hígado, banderillas picantes, taquitos de jamón o mejillones Orbe XXL, y cuando comience el invierno, podéis probar sus garbanzos o sus migas, entre otros guisos.
Arvellana conserva el espíritu de las antiguas tascas. Este pequeño negocio de la “Macarena Profunda” ha conseguido en poco menos de dos años hacer barrio y adaptarse perfectamente a las necesidades de sus vecinos, sin prisa, sin hacer ruido. Su intención siempre fue construir un bar familiar donde la gente se sienta como en casa. Arvellana es uno de esos bares de toda la vida de cualquier ciudad, en este caso Sevilla, que recibe clientela diaria en una zona humilde de la capital y donde los vecinos se convierten pronto en parroquianos. Una taberna en el corazón de San Julián, donde José, el alma del local, os espera para serviros una Estrella Galicia, un café, una tapa o una sonrisa. Un punto de encuentro donde podéis compartir, reír y disfrutar. Por eso le deseamos toda la suerte del mundo para seguir adelante.