Calle Flor de Papel, 15, 41020 Sevilla
Teléfono: 672 65 14 78
Las familias que en su momento optaron por establecer su residencia en Sevilla Este han tenido que enfrentar durante años una considerable cantidad de comentarios sobre la supuesta lejanía de este barrio respecto al centro histórico de la ciudad. Sin embargo, es fundamental reconocer que Sevilla Este se ha consolidado como uno de los mejores barrios de la capital para residir. Este enclave residencial ofrece un entorno óptimo para las familias, preservando la esencia y el estilo de vida característicos de Sevilla. Hoy os traemos un espacio para que disfrutéis como nunca de Sevilla Este. Ubicado en la calle Flor de Papel, el Bar Restaurante Hermanos Ceballos se ha consolidado como un referente gastronómico en Sevilla Este, un barrio que hace casi tres décadas apenas comenzaba a dibujarse en los planos urbanísticos de la ciudad. Fundado en mayo de 1998, este establecimiento nació del empeño y la visión de cuatro hermanos —Paco, Pedro, Carlos y Alberto Ceballos—, apoyados siempre por sus padres, quienes contaban con una larga trayectoria en el sector hostelero. La historia del restaurante es también la historia de un barrio en expansión. En aquellos años, Sevilla Este era poco más que un proyecto en construcción, y los locales donde hoy se alza el restaurante fueron adquiridos sobre plano, anticipándose a lo que, con el tiempo, se convertiría en una de las zonas más dinámicas de la ciudad. Desde sus inicios, Hermanos Ceballos ha sabido adaptarse a los cambios sin perder su identidad.
En agosto del 2019, el estudio CM4 Arquitectos fue el encargado de llevar a cabo una reforma integral de este local que necesitaba adaptar su espacio al crecimiento del negocio y, sobre todo, reflejar el carácter de quienes lo gestionan: cuatro hermanos con un espíritu cercano, alegre y familiar. Un diseño con un lenguaje cálido, natural y sin artificios, con una enorme entrada de luz natural mediante el aprovechamiento de amplios ventanales, lo que permite que la claridad protagonice el ambiente durante todo el día. El proyecto también abordó la unión de dos locales contiguos, generando un espacio único pero articulado en dos zonas que conservan cierta independencia funcional. La elección de materiales fue clave en la ambientación: madera natural y vegetación real, combinada con un tratamiento acústico que mejora el confort sonoro. El pavimento marca la transición entre áreas, con un patrón geométrico que define la zona de fachada y otro más cálido, de aspecto madera. En las paredes, un acabado texturizado en tonos crema aporta personalidad, acompañado de un zócalo de madera retroiluminado que unifica visualmente el conjunto. La barra, revestida con cerámica manual, y los paneles fonoabsorbentes completan una intervención donde funcionalidad y estética se equilibran. El resultado es un espacio luminoso, acogedor y bien resuelto, que traslada a la experiencia del comensal los valores del proyecto y de la familia que lo impulsa.
Su propuesta culinaria, anclada en la tradición andaluza, ha evolucionado con los años, incorporando técnicas modernas y nuevas tendencias gastronómicas. “Empezamos con una cocina muy tradicional, porque el barrio era joven y buscaba sabores reconocibles. Con el tiempo fuimos modernizando la carta, pero siempre respetando nuestras raíces”, nos explica Carlos. Hoy, la cocina del restaurante se basa en la calidad del producto y en la elaboración artesanal de cada plato. “Aquí todo lo cocinamos nosotros; no trabajamos con productos de quinta gama. Apostamos por una cocina honesta, hecha en casa, donde el sabor y la calidad mandan”. Entre los entrantes destacan clásicos como la ensaladilla (desde 3,50 € la tapa), los huevos rellenos (3,50 €), la tosta de salmorejo con jamón y huevos de codorniz o las patatas ali-oli (3,25 €), junto a propuestas más elaboradas como el tataky de atún (4,50 € la tapa o 11,50 € el plato) o el pulpo braseado (21 €). A la plancha, encontramos opciones como chipirones (4,25 €/11,90 €) o solomillo al whisky (4,00 €/10,00 €), mientras que en fritos destacan los boquerones (4,00 €/11,50 €), el bacalao o el choco. En la sección a la brasa sobresalen el entrecot de ternera (23 €), la presa ibérica (18,75 €) y el secreto ibérico (17,50 €). Además, se nota una apuesta por productos frescos y de calidad, con platos como la ventresca de atún con salmorejo y salsa verde (11 €) o la burrata con salsa pesto (11,75 €). No faltan opciones originales como las taleguillas de queso, jamón y gambas (3,75 €) o la gula al ajillo con huevo frito y patatas (14,90 €).
Con 27 años de historia a sus espaldas, Hermanos Ceballos es un ejemplo de emprendimiento familiar, de adaptación al entorno y de fidelidad a una filosofía culinaria que mezcla pasado y presente con naturalidad. Uno de esos lugares que hacen las cosas con sentido: una carta bien pensada, sin excesos pero con platos que convencen por sabor, producto y honestidad; un espacio acogedor, con diseño cuidado y lleno de luz; y un ambiente familiar en el mejor de los sentidos, donde se nota que detrás hay ganas de agradar sin artificios. Aquí no hay brillo efímero, pero sí cariño en los fogones, coherencia en la propuesta y un equilibrio entre lo que se sirve y cómo se vive. Hablan sus croquetas, su burrata, el trato directo y ese ambiente que mezcla lo cotidiano con lo especial. Hermanos Ceballos no necesita prometer más de lo que es: un restaurante de los que se disfrutan sin pretensiones, al que siempre apetece volver.