Calle Juan Crisóstomo Arriaga, 9, 41928 Palomares del Río
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El candray es una embarcación tradicional española, de pequeño tamaño y fondo plano, caracterizada por tener dos proas, lo que le permitía maniobrar con facilidad en aguas poco profundas y espacios reducidos. Fue ampliamente utilizada en zonas como San Fernando (Cádiz) y las Islas Canarias, especialmente en actividades relacionadas con la pesca y el transporte de sal desde las salinas. Propulsado con velas latinas y remos, el candray era ideal para el tráfico interior de puertos y marismas. Con el tiempo, su uso decayó debido a la modernización de las embarcaciones, pero sigue siendo un símbolo del patrimonio marítimo de las regiones donde operaba, conservándose algunos ejemplares o restos como testigos de una tradición naval que marcó época. Hoy nos detenemos en un establecimiento de Palomares que ha decidido recuperar el icónico nombre de esta histórica embarcación para dar identidad a un negocio puesto en marcha por dos experimentados hosteleros: Luis Jurado e Inma Pérez.
Inaugurado en junio del año pasado, El Candray es el último de una serie de proyectos exitosos en los que esta pareja de profesionales ha dejado su huella. A lo largo de su carrera, han gestionado varios negocios en Sevilla, como el restaurante Cartujano o La Abacería en Palomares, antes de consolidarse con este nuevo concepto. El Candray, cuyo nombre rinde homenaje a la Isla de San Fernando, pueblo natal de Inma, refleja su profundo vínculo con su tierra y su historia, un orgullo isleño basado en la identificación con un territorio marcado por una identidad cultural singular. Luis, originario del Valle de los Pedroches en Córdoba, comenzó su andadura en la hostelería mallorquina siendo un niño. Tras décadas de experiencia en el sector, y después de haber pasado por ciudades como Madrid, decidió retirarse temporalmente para regresar más tarde con una nueva visión empresarial. Actualmente, Luis, sigue aportando su vasta experiencia hostelera para apoyar a Inma en la gestión del Candray. Juntos forman un equipo impecable, donde la experiencia de Luis se fusiona perfectamente con la visión y el liderazgo de Inma, ofreciendo propuestas gastronómicas de calidad que reflejan su compromiso y pasión por el negocio.
La decoración presenta una cuidada armonía entre lo rústico y lo contemporáneo, generando un ambiente acogedor y con identidad propia. Uno de los elementos más distintivos es su suelo, compuesto por baldosas hidráulicas de variados motivos geométricos y florales, evocando un aire nostálgico que remite a las casas tradicionales mediterráneas. Un recurso estético que unifica el espacio y le confiere una riqueza visual notable. El mobiliario se caracteriza por su sencillez y funcionalidad, con mesas y sillas de madera pintadas en tonos neutros. La iluminación es cálida y puntual, con lámparas colgantes de estilo industrial sobre algunas mesas, creando zonas de mayor intimidad dentro del espacio abierto. En las paredes se combinan elementos decorativos de inspiración vintage, como espejos circulares o un tablón con recortes publicitarios retro, que refuerzan el carácter informal del lugar. Estos detalles, junto con la disposición ordenada del mobiliario, generan una atmósfera relajada y familiar, ideal para disfrutar de una experiencia culinaria tranquila. Finalmente, cabe destacar que Candray no se limita a su encantador interior. El restaurante cuenta con dos terrazas: una cubierta, que permite disfrutar del aire libre sin prescindir de la comodidad en días lluviosos, y otra completamente al aire libre, perfecta para las jornadas soleadas. Ambas amplían la experiencia del comensal, integrando la vida urbana con la hospitalidad del local.
La carta del Candray es un sabroso recorrido por la cocina andaluza, pensada para compartir y disfrutar sin prisas, donde conviven el tapeo clásico, las propuestas marineras y elaboraciones más sofisticadas, siempre con una excelente relación calidad-precio. Entre los entrantes destacan las anchoas de Santoña con leche condensada (4,50 €), las gildas (3,50 €), el tomate con melva (4 €), los pimientos asados y la ensalada Candray. En las especialidades brillan las albóndigas de corvina en salsa de puerros (7,50 € tapa / 15 € plato), el pisto con huevo (5 € tapa / 10 € plato) o el icónico “Carripán” de carrillada y queso payoyo (7 €). No faltan embutidos y quesos ibéricos (desde 5 €), variadas tostas entre 4 y 5 €, y platos de cuchara como los callos, espinacas con garbanzos o garbanzos con langostinos (8 €). Los revueltos incluyen opciones como el revuelto de camarones (13 €) o la cazuela de huevos con patatas y jamón (8,50 €). Entre los principales, destacan las zamburiñas (12 €), chipirones, lubina, bacalao frito o chocos (15 €), junto a carnes como la presa o el lagarto ibérico, y solomillos al roquefort o al whisky (15–17 €). Fuera de carta, sorprenden las mollejas al Jerez, las almejas, el salmón, los salmonetes fritos, las huevas, las croquetas de atún y puerros, el revuelto de habas o su famoso choco relleno de gambas al ajillo. Para el final, el mousse de yogur con tocino de cielo, su tarta de queso casera, el chocolatísimo (4 €) o una cajita de bombones helados (1,50 €) cierran la experiencia con dulzura.
En definitiva, El Candray Bar no necesita disfrazarse de nada. Funciona porque es auténtico. Cocina con identidad, buena atención y un ambiente que fluye sin imposturas. Inma y Luis han conseguido algo poco común: un lugar donde todo parece sencillo, pero nada se ha dejado al azar. En el interior o en la terraza, la experiencia es la misma: comida bien hecha, cercanía real y un ritmo que invita a quedarse. No hay promesas grandilocuentes, sólo una verdad clara: aquí se está bien. Y eso basta. En El Candray, los sabores de San Fernando se viven. Y lo hacen con rumbo firme gracias a quienes están al timón, atentos, sin perder el norte. Si aún no habeis ido, ya estáis tardando.