Antonia Díaz, 17, 41001 Sevilla
Teléfono: 954 61 41 53
Coqueto, elegante y luminoso espacio situado en una de las zonas de mayor ebullición gastrónoma de la Capital Hispalense. De Domínguez es un distinguido establecimiento junto a La Maestranza, que se puso en marcha a comienzos de este mes de abril. En este palpitante mundo gastronómico en constante evolución (o involución, según se mire) cada vez resulta más difícil calificar y definir muchos de los locales que van sembrando nuestra provincia. Quizá por la apremiante necesidad de buscar rentabilidad, o porque el concepto tradicional de ciertos restaurantes esté cambiando y se trate más de aunar en un mismo espacio diferentes conceptos, o negocios, que antaño solían estar separados. Estamos en una fase en la que se prioriza el producto de calidad. De Domínguez marida el concepto de taberna-abacería, en lo más amplio de su definición, con una magnifica barra como elemento articulador de todo el relato. Una suerte de moderna abacería, ya que tanto en su decoración como en su propuesta culinaria están muy presentes las mejores chacinas y quesos, conservas gourmet de toda la vida y por supuesto los vinos.
El eje de este lugar chic es la cosa gastro evidentemente, en mesas tanto altas como bajas de confortable acomodo, y un personal de sala que como punto de partida parece estar francamente bien seleccionado. Suele pasar en estos casos en los que se aúnan muchas intenciones a la vez, que el tiempo acaba dando jerarquía a lo que demanda la parroquia. De Domínguez Barra y Vitrina pertenece al empresario vallisoletano, del municipio de Nueva Villa de las Torres, Santiago Domínguez Martínez, uno de los mayores productores de patatas de España. Santiago se incorporó al mundo laboral como jornalero recogiendo patatas y trabajando en los viñedos: podando, vendimiando, etc. Así como trabajando en las bodegas y vides en las tierras de Rueda. 25 años después, ha llegado a ser el propietario de 670 hectáreas repartidas entre Castilla y León, Andalucía y Castilla la Mancha, convirtiéndose en el mayor productor de patatas de España y empleando a más de 250 personas. Un empresario de éxito que recoge en los últimos años todo el esfuerzo cosechado. Insiste en que el éxito radica en “sufrirlo, lucharlo y aprenderlo” y en la práctica, “tener habilidad para la venta”, que es “la prioridad” para “crear un producto y saber venderlo”. Ahora se adentra en la hostelería sevillana con este proyecto inspirado en aquellos ultramarinos que abundaban antaño en nuestra ciudad.
Un espacio tan bello como funcional, que cuenta con una primera zona en la que destaca la hermosa barra con cajoneras, a modo de despacho de chacina, y una contrabarra con vistas a la calle. Un pasillo intermedio y otra gran barra de madera, nos lleva a la parte de comedor, con varias mesas bajas para una velada más reposada. El interiorismo es obra de El Patio Antigüedades, imprimiendo su inconfundible sello de hacer que parezca único todo lo que diseñan. En el Patio Antigüedades son expertos en rescatar mobiliario de otras épocas y transformarlas en apetecibles piezas, combinándolas con elementos actuales y contemporáneos, logrando un acertado y sugerente equilibrio que solo saben alcanzar los que entienden del tema. Mesas de cristal, estanterías de madera o mobiliario traído de otros países, conviven en armonía con sillas tapizadas a rayas, originales cuadros o jarrones de flores frescas, entre otros muchos elementos. La arquitectura interior, muy limpia y vertical, reinventando un espacio clásico, con techos profusamente decorados y lámparas vintage de bolas.
En cuanto a la propuesta del “comercio y el bebercio”, De Domínguez se ha renovado bajo la dirección gastronómica de los chefs sevillanos Lucas Bernal y Javier Padura, quienes aportan su pasión por la cocina tradicional con un enfoque moderno y accesible. Ambos, conocidos por su trabajo en proyectos como Casa Alta y su inminente chiringuito en Matalascañas, han decidido apostar por un formato de tapas que refleja la esencia de Sevilla, con elaboraciones cuidadas, ingredientes locales y precios que invitan a la repetición. Tapas clásicas y sin florituras, como las chacinas, jamón ibérico de bellota (media 15 €, ración 26 €), lomito (12/22 €), salchichón (4,50/13 €), lomo doblado (11/20 €) o chicharrón sevillano (3,80 €). Entre las frías, destacan la tosta de tartar de atún rojo (7 €), el matrimonio de anchoa y boquerón (5,50 €), salmorejo (4,50 €), papas aliñás con ventresca (4/11 €), ensaladilla de gambas (4/11 €), paté de perdiz (8 €) o tomate aliñado con tronco de bonito (15 €). En la parte caliente, carrillada al vino tinto (5,50/15 €), bacalao confitado con sofrito (7/14 €), cola de toro (6/16 €), espinacas a la sevillana (4,20/12 €), alcachofas al oloroso (7,50/15 €), solomillo al whisky (4,50/13 €), gambas al ajillo (4,50/13 €) o pisto con huevo (4,80/13 €). También hay pavías de bacalao tamaño XL (6 €), huevos fritos con papa y jamón (13 €), y croquetas de cecina con papada (7 €). En montaditos: mechada al whisky con brie (4,50 €), cubano de chicharrón de Cádiz (4,50 €), o gambas con alioli (4,50 €). La selección de quesos incluye desde tapas individuales (3,80 €) hasta surtido completo (16 €), y los postres —tarta templada de queso, tarta de chocolate o torrija caliente con helado— se sirven a 6,50 € cada uno.
La bodega combina etiquetas locales y clásicos nacionales. Entre los blancos, Pandora Verdejo (20 €), Godello (24 €) o albariños como Pazo de San Mauro (28 €). Tintos desde el Portia (20 €) a iconos como Pesquera (35 €) o Mauro (55 €). Hay manzanillas (La Gabriela, 3 € copa), olorosos y finos, además de cavas como Juvé y Camps (24 €) y champagnes como André Clouet (52 €) o Bollinger (85 €). En definitiva, buscar nuevos restaurantes tiene algo de impulso curioso y algo de esperanza: la de encontrar un sitio donde uno se sienta a gusto, donde la comida tenga sentido y donde apetezca volver. No siempre ocurre. A veces lo que se ve en redes no tiene alma, o lo que promete mucho deja poco. En De Domínguez Barra y Vitrina la experiencia es otra. La llegada de los chefs sevillanos Lucas Bernal y Javier Padura ha dado un giro firme al rumbo del local. Ambos profesionales han encontrado en esta barra una forma de seguir cocinando con libertad y cercanía, apostando por la tapa bien hecha, la materia prima reconocible y un sabor que habla de aquí. De Domínguez está todavía en camino, como todos los proyectos que quieren durar. Y es que no es fácil abrir un restaurante hoy. Menos aún cuando se hace con corazón, sin trampas, pensando en generar empleo, en sumar, en hacer ciudad. Y eso aquí se nota. Hay entusiasmo, hay implicación, hay ganas de hacerlo bien. Por eso merece la pena ir, probarlo, dejarse llevar por lo que pasa en la mesa y en la barra. Porque cuando un sitio se construye con verdad, se acaba notando. Y De Domínguez tiene verdad. Id y comprobadlo. A veces, lo que empieza con ilusión, termina siendo hogar.
fui hace una semana con mis amigas Y tanto, el trato del personal como la comida fueron espectaculares
Sitio muy recomendado y en muy buen lugar