Calle Esperanza de la Trinidad, 10-12, 41008 Sevilla
Teléfono: 955 98 75 78
En Sevilla, muchas cocinas no solo huelen a especias y guisos, también huelen a historia, a manos familiares que se han ido relevando entre fogones, a calles que crecieron al mismo tiempo que los negocios que hoy las llenan de vida. La hostelería heredada no es solo una tradición: es una forma de entender la ciudad, de habitarla y de cocinarla. Hay una generación joven que ha tomado ese testigo con la responsabilidad de honrar lo que fue, sin renunciar a lo que puede ser. Es el caso de Manila Tapas, un restaurante que lleva más de tres décadas cocinando alma y cercanía desde la calle Esperanza de la Trinidad. Manila Tapas nació en la calle José Laguillo en 1987 como un pequeño proyecto familiar basado en la cocina tradicional y fundado por Miguel López. En 1997, el restaurante se trasladó a su actual ubicación, en una zona entonces emergente, casi por construir. Allí, Miguel, junto a su mujer y su hijo, comenzó de nuevo, levantando el negocio a base de esfuerzo, muchas horas y una visión clara: ofrecer una cocina auténtica, cercana y reconocible, pero sin dejar de evolucionar. Lo que comenzó como un modesto proyecto, hoy continúa con su hijo Fran, un profesional formado como cocinero por convicción y entrega. Lejos de improvisar, se preparó durante años para asumir el relevo con plena conciencia de lo que significaba: no solo continuar un negocio familiar, sino poner en valor una historia, un legado y una manera de entender la cocina que conecta con la ciudad y con sus parroquianos. Cuando Miguel se jubiló en 2022, Fran ya estaba listo para liderar una transición que no fue sencilla, sobre todo en lo humano. La gestión del equipo supuso uno de los mayores retos, pero también una de las grandes conquistas: hoy, el restaurante cuenta con Jesús, Toni y Juan, un equipo joven e implicado, que comparte la filosofía del proyecto y su vocación de mejora constante.
La atmósfera de Manila Tapas combina un aire urbano con la calidez de una taberna de toda la vida. El interior luce un suelo oscuro de aspecto pizarra que contrasta con el techo bicolor: zonas negras que enmarcan una gran placa perforada blanca, pensada para suavizar la acústica y mantener el salón fresco. Sobre la barra —revestida de azulejo vitrificado— se alinean filas de copas colgantes y botellas bien ordenadas; un guiño elegante que, a la vez, invita a tomar un vino sin prisas. Detrás, estanterías negras retroiluminadas realzan tintos, blancos y destilados. Mesas de madera maciza, con la veta al natural; encima, salvamanteles de esparto, platos de cerámica artesanal y servilletas negras plegadas con mimo. Las sillas metálicas estilo Tolix —también en negro— aportan ese punto industrial que contrasta con la calidez de la madera. Pizarras de tiza anuncian los “fuera de carta” y recuerdan que, pese al look moderno, aquí sigue mandando la cocina de mercado. El toque de transparencia lo pone la cocina semiabierta: desde el comedor se ve al equipo emplatando, lo que añade cercanía y confianza. Cuando llega el calor sevillano, Manila despliega su gran terraza; un espacio amplio a pie de calle, con un buen número de mesas. Un lugar que se transforma por la noche para alargar el tapeo entre risas y brisas veraniegas.
La carta de Manila Tapas es una declaración de intenciones: Cocina de siempre, con carácter propio, presentada con un toque desenfadado y cercana. Ofrece una variedad amplia que va desde entrantes fríos como la “ensaladilla más caprichosa” con huevo frito y sal de jamón (9,00 €), o el aliño de patatas con melva y AOVE (8,50 €), hasta propuestas más elaboradas como el pulpo a la sartén sobre patatas panaderas (14,00 €) o las tiras de pollo estilo Cajún (9,00 €). No faltan los huevos en múltiples versiones: tortilla de espinacas, tomate seco y provolone (14,00 €), revuelto de portobello (7,90 €) o los clásicos huevos rotos con jamón (9,00 €). El pan también tiene su protagonismo, con bocados como el pepito sevillano de solomillo al whisky (3,60 €) o la tosta de tomate natural, mozzarella y anchoas (12,00 €). En el apartado de tapas, destacan las croquetas de gambas al ajillo (3,60 €) y el solomillo al whisky (4,00 €), junto a propuestas algo más atrevidas como el cachopo andaluz o delito (desde 5,90 €). Para quienes prefieren pescado, hay opciones como el choco frito (12,00 €), boquerones abiertos sin espinas (9,00 €) o taquitos de merluza fritos al limón (8,50 €). También hay platos más contundentes, como la bandeja de solomillo con patatas (desde 9,00 €), el secreto ibérico (15,00 €) o la presa ibérica con patatas y mojo Canario (15,00 €). Por último, los amantes del buen embutido tienen su espacio con “lo colgao”: lomito, salchichón o chorizo ibérico (desde 4,00 € la tapa), queso zamorano o tabla de embutidos ibéricos (12,00 € a 16,00 €).
Manila Tapas no vive de la nostalgia. Vive del trabajo diario, de la búsqueda del equilibrio entre memoria y creatividad, de una carta que se adapta al ritmo de las estaciones y de un equipo que entiende el lugar que ocupa. En un barrio que ha crecido con ellos, este restaurante familiar representa algo más que una historia de traspaso generacional: es el testimonio de cómo la pasión, cuando se hereda con respeto y se proyecta con inteligencia, puede seguir dando sabor durante muchos años más. Si aún no lo conocéis, este es el momento: seguro que os va a encantar.