En Umbrete, donde el vino es más que una tradición y el tiempo se mide en vendimias, hay una bodega que ha sabido mantenerse fiel a su esencia mientras mira al futuro con paso firme. Hablamos de Bodega Salado, una joya vitivinícola con más de doscientos años de historia que hoy se reinventa para acoger bodas y eventos donde la gastronomía —sólida y líquida— conviven como nunca antes en un espacio único. Pero para entender su presente, hay que volver al principio.
Bodegas Salado fue fundada en 1810 en Umbrete por Don Ramón Salado y es una de las bodegas más antiguas y prestigiosas de España. Durante el siglo XIX y gran parte del XX, fue un destacado almacenista en el marco de Jerez, enviando mostos de alta calidad desde el Aljarafe a bodegas que los usaban para elaborar vinos generosos exportados internacionalmente. Con la llegada de las denominaciones de origen en los años 70, que limitaron el uso de mostos externos en Jerez, la bodega cambió su modelo de negocio y comenzó a producir y comercializar sus propios vinos, manteniendo sus raíces pero adaptándose al nuevo contexto. En los últimos años, Bodegas Salado ha logrado consolidarse como referente del vino andaluz. En 2006 marcó un antes y un después con el lanzamiento de Umbretum, el primer espumoso sevillano elaborado con la uva Garrido Fino, posicionándose como pionera en este estilo de vino en la región. Su apuesta por la calidad fue reconocida en los Premios AEPEV, donde obtuvo tres distinciones: mejor espumoso (Umbretum Brut Nature 2020), mejor blanco con crianza (FY 2022) y proyecto más innovador (FY Bajo Velo 2021), reflejo de su maestría técnica y su compromiso con el territorio. En estos años la bodega ha fortalecido su identidad apostando por la viticultura ecológica, el enoturismo y la elaboración de vinos únicos. Con 5 hectáreas de viñedo en suelos de albariza, Bodegas Salado continúa mirando al futuro sin dejar de honrar sus raíces.
Hoy, bajo la dirección de Francisco Salado, sexta generación al frente del proyecto, la bodega vive una nueva etapa: la de abrir sus puertas a celebraciones que rinden culto a la buena mesa y al buen vino. Y no es una simple cesión de espacio: es una propuesta ambiciosa, pensada al detalle para convertirse en un referente en el panorama de eventos gastronómicos del sur de España. Y es que en ocasiones, la primera experiencia que tiene un comensal con la alta cocina o con el concepto de un menú degustación ocurre en un contexto tan cotidiano como extraordinario: una boda… “He tenido la suerte de visitar recientemente este espacio y os confieso que salí con ganas de volver a casarme… o al menos de organizar un buen sarao entre amigos” —así comienza el testimonio de alguien que lo ha vivido en primera persona— Porque hay bodas… y bodas que se saborean. En Bodega Salado, la gastronomía líquida —su vino, su historia— se fusiona con la mejor cocina sólida de la mano de caterings de primer nivel: desde el prestigioso equipo de Miguel Ángel, al chef David Gaviria, pasando por la innovadora propuesta del catering Mentidero, que cruza media España para celebrar una boda única en Sevilla este mes de mayo. Por citar solo algunos ejemplos de lo que ya está ocurriendo —y lo que está por venir— en este nuevo templo del sabor.
El enclave no podría estar mejor preparado: más de 2.000 m² de instalaciones, jardines que respiran historia, espacios privados y más de 1.000 m² cubiertos con una reforma que respeta lo antiguo y abraza lo contemporáneo. Aquí, cada rincón ha sido diseñado para que profesionales de la hostelería trabajen con libertad, precisión y excelencia. Y lo más importante: no se ha perdido el alma del lugar. Ese carácter familiar, cercano, ese aroma a bodega viva donde el vino no solo se guarda, sino que se comparte. Quien visita Bodega Salado hoy no solo descubre un vino único; descubre un lugar donde celebrar con sentido y sabor. Un refugio donde el pasado se funde con el presente y donde, quizás, también tú querrás brindar, casarte, o simplemente reunirte con amigos para disfrutar. Por eso espero que tengáis la oportunidad de conocerlo, ya sea como anfitriones o como afortunados invitados. Y quién sabe, quizás algún día coincidamos allí para brindar con un blanco de Garrido Fino y compartir juntos esta experiencia. Porque al final, hay sitios que se recuerdan por lo que se vivió en ellos. Y Bodega Salado, sin duda, es uno de esos sitios que dejan huella.