Carmen y Vino

Calle Isaac Albéniz, 2, 41007 Sevilla
Teléfono: 624 53 44 77

La hostelería sevillana está atravesando un proceso de profunda renovación, impulsado principalmente por una nueva generación de profesionales formados en prestigiosas escuelas de hostelería. Estos jóvenes talentos aportan una combinación de frescura, rigor técnico y una visión contemporánea que revitaliza un sector con una tradición gastronómica profundamente arraigada y reconocida. Este relevo generacional da lugar a espacios culinarios donde la innovación se entrelaza cuidadosamente con el respeto a los sabores clásicos y las raíces culturales, creando propuestas gastronómicas que cautivan tanto a residentes locales como a turistas exigentes. En este contexto de renovación surge Carmen y Vino, un establecimiento que encarna fielmente esta dinámica evolutiva del sector y que esta capitaneado por José Manuel Algeciras y Nicolás Gálvez, dos jóvenes emprendedores sevillanos con una sólida trayectoria en la hostelería, reconocidos también por su trabajo en el restaurante Albero, junto al Parque de Miraflores. Ambos representan ese espíritu renovador que caracteriza a la nueva hornada de hosteleros en Sevilla. La dirección culinaria está en manos de Tony Fernández, un talentoso chef formado en la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla, quien lidera una propuesta que fusiona tradición y creatividad, ofreciendo tapas elaboradas con productos frescos y de calidad, en las que los clásicos sevillanos dialogan con creaciones originales.

La decoración de Carmen y Vino destila sencillez, con una estética que mezcla lo rústico, lo tradicional y lo hecho con cariño. Las paredes de ladrillo visto y el suelo de terracota nos transportan a un patio andaluz, evocando sensaciones de hogar y tranquilidad. Las macetas de cerámica pintadas a mano, con plantas que cuelgan de forma natural, aportan frescura y un toque muy personal, mientras que pequeños cuadros de hierro forjado y azulejos típicos añaden carácter y raíces locales. Las lámparas de mimbre suspendidas del techo bañan la sala en una luz cálida y acogedora, ideal para una comida íntima o una copa pausada. Las mesas, cuidadosamente dispuestas, combinan manteles blancos y vajilla sobria con un gusto elegante, sin caer en lo recargado. Al fondo, un pequeño jardín vertical de flores artificiales rompe con lo clásico aportando un guiño moderno que no desentona, sino que suma armonía. En el segundo salón tenéis la barra de servicio y varias mesas bajas, y fuera, una pequeña terraza perfecta para las noches de verano. Todo en este espacio transmite cercanía, mimo y un estilo propio, como si quienes lo decoraron quisieran compartir no solo un lugar, sino una forma de disfrutar.

Su cocina se basa en la calidad y frescura del producto, todo hecho al momento, reinterpretando las recetas tradicionales sevillanas a través de un enfoque contemporáneo y personal que busca sorprender en cada bocado. Tapas pensadas para compartir, que incluyen clásicos como ensaladilla de gambón al ajillo (5,90 €), pipirrana con carpaccio de pulpo (6,20 €), vieira a la gallega (4,90 €), croquetas caseras (5,20 €), cazón frito con mayonesa de adobo (5,50 €), huevos rotos con txistorra (12,90 €), bikini de cecina (7,20 €), suso de pringá (6,90 €), tosta de atún en escabeche de setas y trufas (6,40 €), bravas con espuma de alioli (6,50 €), solomillo al whisky (11,90 €) y albóndigas de vaca madurada al amontillado (12,90 €), junto con opciones más innovadoras como sardina ahumada con crema de berenjena, bacalao confitado con escalivada (13,90 €) o lasaña abierta de pato con bechamel trufada (11,90 €). Los postres, elaborados en su cocina, incluyen tarta de queso de la Carmen (6,50 €), torrija de vino con helado de violetas (7,90 €) y pan con chocolate y AOVE (6,50 €). Fuera de carta probamos un salpicón de tomate y sardina con pera 11,20€, tomate de Los Palacios con ventresca o pisto con huevo frito 7,50€. La bodega está principalmente compuesta por vinos andaluces, ofreciendo referencias locales que acompañan perfectamente cada plato, y para quienes prefieren cerveza, cuentan con Cruzcampo. La comida para tres personas costó 83,00 €, un poco por encima de lo que esperábamos, pero acorde con la calidad de lo que disfrutamos.

En definitiva, Carmen y Vino representa con acierto el espíritu de la nueva hostelería sevillana: joven, profesional y profundamente respetuosa con el producto. Es un lugar donde se come bien, con platos honestos, elaborados con mimo y materia prima fresca, en un entorno cuidado que invita a la conversación pausada y al disfrute sin prisas. El servicio, cercano y atento, redondea una experiencia que, aunque supone un desembolso algo superior al previsto, se justifica plenamente por la calidad de la propuesta. Porque cuando se percibe dedicación en cada detalle —del plato al ambiente, del saludo a la copa—, uno se marcha con la sensación de haber pagado no solo por una comida, sino por una experiencia pensada con intención y respeto por quien la disfruta.

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