Viajar nos permite crear nuestras propias historias acumulando experiencias vitales. Está genial sacar una foto en la playa de moda y presumir con tus amigos en Facebook, pero en realidad hay algo mucho más profundo cuando sales de tu zona de confort para conocer nueva gente, paisajes, costumbres o probar una comida exótica. Viajar puede cambiar tu vida porque abre tu mente, te descubres a ti mismo, aprendes a interactuar, te sientes privilegiado porque no todos pueden hacerlo o descubres la importancia de las experiencias ante lo material.
Este fue un viaje que habíamos pospuesto durante años por eso de la “cercanía”. Pero en realidad tenia muchísimas ganas de pasear por el norte de nuestro país y disfrutar de todo lo que tiene que ofrecer al que llega de fuera. No se trata de un articulo tedioso sobre las virtudes de una cocina que la mayoría de vosotros conocéis mejor que yo, este post lo planteo como una pequeña guía de donde pararse a comer si pasáis por algunos de los destinos que hemos disfrutado estas vacaciones. Nosotros nos planteamos llegar primero al País Vasco haciendo una parada en Segovia para que el camino fuera más llevadero. Y eso hicimos.
La primera noche estábamos de paso en Segovia, pero no podíamos seguir camino sin probar la maravillosa cocina de esta pequeña y hermosa ciudad. Así que después de pasear por el centro reservamos mesa en uno de los locales de moda. Os hablo del Restaurante Lali, el mesón más antiguo de la ciudad, ubicado en Cronista Lecea en una austera mansión castellana. Un local que reabrió después de varios negocios y reformas recuperando su carácter de dispensador de comida segoviana tradicional. Nosotros, por supuesto, pedimos cochinillo y cochifrito que estaban de muerte. Algo caro de precio pero absolutamente recomendable.
Carretera y rumbo a la villa de Bilbao. Llegamos a una ciudad irreconocible desde la última vez que estuve allí. El cambio que ha sufrido es espectacular, pero lo que realmente me ha sorprendido son los Bilbainos, gente amable, paciente y muy educada, siempre dispuestos a ayudar y cuidando al foráneo.
Muchos son los sitios para comer en Bilbao, pero yo os voy a hablar de algunos de los más interesantes. Para comer pintxos hay un local en la calle Diputación que se llama El Globo donde podéis disfrutar de este aperitivo del tamaño de un bocado que se sirve en los bares y tabernas de todo el País Vasco y que son la quintaesencia de la cocina vasca y un autentico reto para los indecisos.
Otro local muy recomendable es Sorginzulo, ubicado en Plaza Nueva. En este local de pintxos de vanguardia, apuestan por los bocados preparados al momento que se ofertan en la pizarra, además de los que hay en la barra. Entre ellos, destacan el foie a la plancha con brioche de naranja y aromas de azahar, la brocheta de rape y langostino con beicon crujiente y wok de verduritas, ademas del demandado plato de calamares.
Panko Bilbao en la calle Marqués del Puerto 4. Un espacio con decoración vanguardista y mobiliario de madera clara, con buenos vinos, queso idiazabal, pintxos y venta de pan de masa madre. Y el otro local que no os podéis perder en la capital es Ein Prosit, un restaurante de cocina alemana/vasca donde se come de maravilla y que esta situado en la calle Zabalgune Plaza 7, con cervezas de barril, embutido de elaboración propia y decoración futbolera.
Siguiente destino Santander, pero con paradas previas en Santoña y San Vicente de la Barquera. Santoña es un municipio que se encuentra en la zona oriental de Cantabria, en la comarca de Trasmiera; está situada en la bahía de su nombre, al pie del monte Buciero. Hablar de Santoña es hablar de las mejores anchoas del Cantábrico.
Cientos son los sitios para disfrutar de este producto gourmet, pero nosotros hicimos una parada en el Asador Casa Emilia. Un local situado en la calle Almte. Carrero Blanco que llena el aire del pueblo de olores de la brasa de pescado que tienen montada en la misma puerta. Anchoas, sardinas a la brasa o calamares frescos son algunos de los platos para disfrutar en este enorme establecimiento, referente del buen producto de las costas de Cantabria.
Una visita obligada para comer en Cantabria es San Vicente de la Barquera. Tuvimos que reservar mesa para asegurarnos poder sentarnos en cualquiera de sus restaurantes dedicados casi íntegramente al pescado y marisco del Cantábrico. Nosotros elegimos el Mesón El Bodegón, un local familiar con terraza porticada fundado en 1961 que esta situado en la Av. Los Soportales 17. Pedimos, como no podía ser de otra manera, una mariscada para tres con botella de vino de regalo por 70 euros. Si pasáis por aquí no podéis dejar de disfrutar esta maravilla.
Llegamos a Santander por la tarde y salimos a cenar, pasando primero a tomar una copa a La Cigaleña que esta en la calle Daoíz y Velarde, una zona llena de establecimientos de ocio que se ha convertido en una de las mas representativas de la tarde-noche de la ciudad. La Cigaleña es un mesón rústico de tapas y platos cántabros con lámparas de forja donde podéis disfrutar de los mejores vinos. Pero para cenar elegimos la Bodega Fuente De, enclavada en la calle Peña Herbosa 5.
Un clásico en Santander de comida casera, típica y de buena calidad. En este local todo esta rico, los platos son abundantes y los precios os van a sorprender, nosotros cenamos los tres por poco más de 30 euros. Chuletas de cordero, pimientos del padrón, queso picón, embutidos, croquetas caseras de compango o el cocido montañés o lebaniego si vais al mediodía. Siempre esta a tope, así que es recomendable reservar.
A estas alturas del viaje la idea era salir de la costa y adentrarnos en una de esas comarcas más bonitas que he tenido la suerte de conocer. Estamos hablando de la Comarca de Liébana, uno de los destinos vacacionales más afamados de Cantabria. Un lugar tradicional para el turismo rural, atractivo por el carácter auténtico de sus pueblos y de su gente. Nosotros, guiados en todo momento por mi amigo Antonio Falcón, elegimos quedarnos a dormir en Casa Violeta que esta a la entrada de Vega de Liébana. Casa Violeta fue un alojamiento rural y aquellos que fueron clientes ahora son amigos de esta agradable familia. Violeta nos preparaba unos maravillosos desayunos antes de salir por las mañanas, donde la charla se mezclaba con tostadas y frisuelos recién hechos. Solo tengo palabras de agradecimiento para Violeta por su gran hospitalidad y simpatía.
Tres sitios para comer en esta zona: El primero Restaurante Casa Paquín en La Hermida. Situado en el centro del espectacular desfiladero del mismo nombre. Casa Paquín es un local acogedor, de comida familiar con precios populares y buen trato, donde destaca el plato lebaniego, su queso picón o algunas de sus carnes a la brasa.
Falcón nos dijo que para comer un cocido lebaniego teníamos que ir al Mesón Los Llanos. Está en la carretera que va de Potes a Fuente De (CA-185). El cocido es una maravilla (pedir siempre para uno menos de los que vais, que luego vienen los postres y orujos) pero el salón es pequeño así que tenéis que reservar. El café os lo podéis tomar fuera con el orujo, mirando si alguien se escoña en una pista de escalada que se ve desde la terraza. Es la mayor diversión de los viejos del pueblo.
El tercer local esta en la misma Vega. Se llama Casa Yoly. Lo cierto es que nos sorprendió este asador que tiene tanto terraza como salón interior con una brasa de carbón para cocinar las mejores carnes. Una gran chuleta se hacia a fuego lento en la candela cuando llegamos y el olor de la carne nos abrió el apetito. Pedimos una cecina con tomates y aceite de oliva, unos solomillitos de pollo y un variado de quesos que estaban buenísimos. En Casa Yoly destaca el plato lebaniego, las mejores parrilladas, buenas ensaladas y todo acompañado por una sidra fresquita que en esta zona se hace presente en las mesas de los restaurantes.
Dejamos la comarca de Liébana para adentrarnos en Asturias. La asturiana es una cocina con personalidad propia, contundente casi siempre, que tiene su base principal en la excelencia de las materias primas, tanto las de la tierra como las del mar. Nuestra base estaba en Gijón y desde allí nos movíamos por los pueblos más representativos. Para comer en Gijón tenéis muchos y buenos locales. Uno de los que esta más de moda es El Planeta, que esta en la Cuesta del Cholo, una zona donde la gente joven se sienta a disfrutar de una botella de sidra bien fría. El Planeta es una sidrería con un estupendo pescado fresco, donde podéis disfrutar tanto en barra o en el comedor superior de chipirones de Potera, centollo y otros platos marineros a buen precio.
Ya más en el interior de la ciudad os recomiendo un local de barrio que se llama La Bodega de Miguel y que esta situado en la calle Dindurra 39. La Bodega de Miguel es una vinatería de paredes de piedra que destaca por sus menús diarios con carácter y también por su gran variedad de ensaladas, carne de calidad y pescado fresco. Tiene fama de ofrecer los mejores pinchos de la zona y buenas raciones de auténtica comida tradicional bien presentada. Nosotros pedimos un cachopo y un guiso de pulpo con patatas que estaban extraordinarios.
Otro de los locales que no podéis dejar de visitar si váis a Gijón es El Restallu, una sidrería de modernas lámparas y murales de colores que se pone hasta la bandera para disfrutar de su carta o de sus curiosos menús cerrados, como el de arroz con bugre, el menú zarzuela, de marisco, el de bogavante o el de caldereta. Menús que incluyen botella de albariño o Rueda y que rondan los 30 euros por persona. Nosotros cenamos gambas plancha, cecina con queso de cabra, calamares frescos y mejillones a la marinera. La comida esta espectacular y el precio con dos botellas de sidra fue de unos 23 euros por persona.
No quisimos irnos de Asturias sin probar sus famosas alubias. Pero no presentadas en su afamada fabada sino en un plato que los asturianos hacen como nadie, las fabes con almejas. Para ello la idea era buscar un bonito pueblo de costa, y sin duda el pueblo pesquero más bonito de la zona es Cudillero, un relevante puerto pesquero que durante el verano es además un importante destino turístico. Dicen que “Pocos pueblos se reflejan en el agua como Cudillero”. El gran espejo de Cudillero retrata casas que se escalonan hacia arriba, formando consecutivas terrazas urbanísticas de colores que van ganando altura.
Reservamos mesa en la terraza de uno de los muchos locales situados en la zona cercana al puerto. Sidrería El Remo es un pequeño local que nos habían recomendado donde os podéis sentar a observar el trasiego de turistas que inundan el pueblo. Buena sidra, bien escanciada por un personal simpático y profesional. Pedimos las mejores fabes con almejas que me he comido nunca y unos callos de merluza con patatas (plato típico de Cudillero) que estaban extraordinarios. De aperitivo un buen Cabrales y unas anchoas. Total 70 euros para tres personas por una maravillosa comida de despedida.
La cena de ese día la quisimos hacer en el barrio viejo de Gijón y fuimos a un bonito local que se llama Cinema Paradiso, en la calle Artillería 4 que esta decorado con enormes fotogramas de la película. Una carta con exquisitas hamburguesas como la de merluza, bogavante, de kobe o de boletus, ensaladas, diversas variedades de huevos acompañados de foie, gula o solomillo, croquetas, la famosa longaniza con crema de patata, además de los pescados y carnes de primera calidad. Unos 20 euros por persona en un local con un bonito salón acristalado perfecto para una cena romántica.
Nos vamos. Dejamos estas tierras contentos de lo conocido y seguros de volver alguna otra vez. Personalmente creo que tienen un verano muy frío, algo que se compensa con la calidez y cordialidad de su gente y con una gastronomía llena de matices y personalidad. Esa ha sido mi experiencia y así os la he contado. Una experiencia vital maravillosa que os recomiendo encarecidamente. Gracias a toda la buena gente del norte que han hecho de esta, unas vacaciones inolvidables.
